lunes, marzo 31, 2008

A la hora

Omito el escenario
y rompemos el hilo que cuelga de nuestra garganta.

Coincidir en el mismo segundo
para qué si lo sientes no me ahorras
por qué prefieres que sea ceniza
por qué prefieres tu silencio a mi verborrea.

Disculpa por mojar tus labios
por derribar tus ojos
por mirarte la boca y no las pestañas
es tanto más lo que necesito
tan mío.

No puedo.
Me opongo.
Te agarro de los extremos y te destrozo
te desaparezco.

Te juro que no aguanto
Perdón.

¡Ah! tu boca sigue en el mismo lugar
¿Por qué no la corres para poder concentrarme?

Que llueva, que llueva
inundarte.
Inventarte mío
divagarme tuya.

Nos subsistimos en una punta
duele que no me leas
y que mis letras resbalen por tus venas.
Aparta tu hielo,
consume mi arrebato.

Háblame ahora.



qué pasa conmigo que creo estas cosas,
no quiero hacerme cargo de ESTOS hijos.

sábado, marzo 29, 2008

Bermellón


El desterrado decoro se encuentra más lejos
con tus manos en mis ojos
y tu respiración en mi boca.

Tomo aire y me sumerjo
durante el segundo acuático mi boca es cristal
y tus labios, martillo.

No hay mayor razón para postergar
canto recuerdos en tu oído
soy tu enredadera
me ligas
y somos de a tres, cuatro, millón
nunca de a dos.

Tu mano en mis dedos
mis porciones
lo aíslas, te exilias
¿dónde te esconderás cuando cierres los ojos?

¿Por qué no puedo liberarte?
sacarte el miedo
desmenuzarme.

Pulverizarte el corazón a pedazos
esparcirlos y comérmelos
comerte como dulce
disfrutarte y odiarte
para que no
para colmarme de ti
para llenarme de tu espalda.

Para saciar mis labios
para desempolvar mi cabeza.

Odiarme

El uno conveniente desfavorece
a la cuenta de tres nos desgastamos

Corre.

lunes, marzo 24, 2008

Al pasto no

Inconcientemente ayudo a que el aire se contamine
me asumo como tal y me proyecto.
Para algunos la vida mata
para mi, el insomnio.

Ya no es por ti, ni por él, ni por ellos
es ¿por qué?
sin claridad absoluta levanto la mano para responder
el silencio que me cubre se mezcla
con la nube de humo
mi pelo recorre cada onda sonora
la hormiga se sube a la letra
el ímpetu me consume.

Con la onda que traza mi brazo
mi tronco se rompe
y mi metal se condensa.
Mi mano se manifiesta gritando más.

La intención es quemarme las pestañas.

No era una ni dos; son mil
soy mi propia cruz
intento acorralar al tiempo
el descarado huye de mi
y me colma.

¿Y la nitidez dónde?

Lanzo mis ojos al aire si la encuentro.

Hasta la frase “si lo imposible”
hasta el país de nunca jamás
cierro mis ojos y el sueño se ve disminuido
sueño despierta
“a ojos cerrados”.

La aliteración de mi cuerpo
subyace o persiste en lo intenso de mi mente.

Y me acuesto en la sombra de los pasos.

Para F.G, para dormir bien.

lunes, marzo 17, 2008

Mis palabras

Comenzar a describir lo que para mí significan las palabras, pensé que me sería fácil, pero cabe la casualidad que no. No había reparado, creo, en la cualidad específica que ellas tienen en mí. Acabo de darme cuenta que son mujeres y no hombres, salió de la nada el gesto sexista y creo que va más allá de si terminan en “a” o no.
Para mi las palabras son sensibles, casi un ser vivo que camina dos, tres, cuatro pies, que respira, come, alimenta, ama, cree… siente. Cada palabra es independiente y solitaria, pero entre todas crean un gran movimiento ideológico, social y racional, que va más allá de lo que nuestras mentes pueden alcanzar.
Las palabras estaban antes que yo naciera y, por alguna razón que no conozco, me eligieron para ser su medio de comunicación, al igual que a todos los que están leyendo esto. Pero a pesar, de que pueden leer esto, estoy casi segura que no todos pueden aprovechar la gran capacidad que tienen estas individuas de mezclarse entre sí y dar a conocer todas las verdades que existen dentro de nosotros.
¿A cuántos les ha pasado que te preguntan algo, pero no sabes cómo responder, no sabes cómo crear oraciones que concuerden con lo que estás sintiendo? Bueno eso ocurre porque tus palabras aún no maduran. O al revés, más de alguna vez me ha pasado que sin querer decirlo las palabras escapan de mi boca y se lanzan al aire entre ondas sonoras y generan oraciones muy, pero muy verdaderas, que el nivel de vergüenza que en mi habita no quería dejar salir. En este caso, creo, las palabras eran más maduras que yo.
Su importancia es fundamental, no podría sólo comunicarme mediante sonidos, gestos, líneas, o quizás si; pero ahora que las conozco mi apego hacia ellas es simbiótico. Esta especie de relación sentimental que mantenemos varía en la dicotomía de razón y sentir. Para usarlas me es necesario pensar, obviamente, pero sin sentirlas se anulan. Sin el sentir mío, sin mi necesidad, la razón de unir letras para conformar algo carece de sentido y obviamente de realidad.
Aunque debo confesar que finalmente son mis sentidos los que comandan el hecho de escribir, las palabras que realmente aprecio, las que logran sobrepasar el clímax de mi ego (digo clímax, porque generalmente odio las palabras por mí desperdiciadas) son aquellas que aparecen en los momentos más trágicos de mi vida. Los más tristes. Los “depresivos”. Cuando todo es negro y sin transparencias logro sacarles el mayor provecho posible, sólo ahí las amo, sólo ahí tienen sentido para mí. Quizás es sólo en esos momentos donde la claridad “creativa” y la claridad de una realidad son completamente nítidas. Es en los momentos de oscuro cuando realmente nos entrelazamos y formamos el nudo más potente que existe. Donde las palabras logran seducirme para que seamos uno. Un uno más que conveniente. Ese uno que logra sacar lo más doloroso, lo más verdadero de mi mente y de mi cuerpo entero.
Mi cuerpo. Creo que las palabras nacen desde cualquier parte del cuerpo. Las he visto murmurándome desde los ojos de otro, entre unos dedos entrelazados, en un abrazo, en un par de lágrimas, en una hoja de papel, en un confort, en un rayo de sol, obviamente en la lluvia, en el metro, en tu metro, en un olor, en el aleteo del colibrí, en la canción que me dedicaste, en la que te regalé yo. En mi te amo, en mi para siempre, en tu duda, en la duda de él, en la duda de ellos. He encontrado las palabras en cielo, mar y tierra. No es coincidencia que aparezcan para todos en cualquier lugar, aparecen según necesidad, ya sea mía o de ellas.
Las palabras habitan en todos mis sentidos, en todos los pasos y respiros que doy en este ritmo de vida que tengo, en la rapidez y en la lentitud, en salud y enfermedad, hasta que la muerte nos separe. O no.

lunes, marzo 10, 2008

[en construcción]

Ayer decidí que dejé de vivir
lo pronuncié más de una vez.

¿Qué se hace ahora luego de declararse muerto?

Rondar las horas, transparente
cortar las cuerdas
apagar los relojes
omitir los pestañeos
respaldar las dudas.

El ruido se me escapó y me dejó sola.

Los sonidos me espantan
cortándome uno a uno los dedos
no soporto tener espacio,
más que el campo despoblado que a mis rodillas entierro.
Me rehusé a consentir que las paredes no se cierran
y que al techo no lo puedo usar como cepillo
que extirpa los ruidos que hacen mis pensamientos.

Porque pensar se me hace largo,
andrajosamente inhumano.

Permitir que los sentidos me coman la carne viva.

Llevo muerta un día y medio
y aún no logro suspender el silencio.

Disminuyo la sombra que proyecto en el suelo.



se los regalo...

martes, marzo 04, 2008

[Aún]

El mundo sucumbió en algún momento lejano.

La poca esperanza que quedaba desapareció
en la víspera del reencuentro,
no pudo ocultar sus gotas
y se eclipsó bajo el sabor amargo de sus labios.

Una nebulosa cegó sus ojos y la escena se desvaneció.

El teléfono vuelve a sonar
la voz de un hombre hace la conexión,
ella relaja sus músculos y conversa.

La lejanía de los cuerpos no aguarda
y la soledad de aquel segundo los prepara para un beso.
El momento que cambió,
cada vez más nítido.

Ahora todo era irradiación, que encandila.