
Desesperada buscó ayuda y la encontró unas olas más allá: había un pedazo de espejo esperándola, ¿y si alguien lo había dejado ahí para ella?.
Pero se preguntó ¿y si no era para mí?... pero él había sonado tan seguro, tan verdadero...
Pensó durante largas horas y llegó a la conclusión: tendría que colocar el pedazo de espejo en su ombligo, si se disolvía y se convertía en polvo, él era suyo, sino, entonces no.
Cuando logró alcanzarlo, lo tomó entre las algas y leyó una pequeña nota que tenía en el costado "seremos nosotros sólo si logras gritar mi nombre a los quince soles" Ella gritó, pero ningún sonido asomó de su boca: estaba vacía, sin lengua.