A las tres no supe más de ti un par de segundos y me volví a refugiar en la laguna de tus ojos cinco minutos y no estaba.
Una perpetuidad y contando. Correspondientemente distantes preguntando, preguntando.
Y la risa al final con su fin.
Nuestras manos ya no más ni por si las moscas. Ni para que no me disipe ni para protegerme de la reja del tren ni para hacerte hipar.
Transito entre las sombras de nuestros recuerdos las atravieso y me preguntan si nos volveremos a percibir si seguiremos desperdiciando la mitad más uno ese uno conveniente.
Son las siete ahogamos el hábito de lo nuestro sofocamos la práctica de procurarnos.